La savia que todo lo atrapa, se escapa y concentra en la corteza del árbol al cual ha dado vida, y surge, y envuelve todo aquello que toca, incluso el aire que en ese momento se cruza queda cautivo en su interior congelando el momento, el instante, y ya le pertenece. Ahora tan solo le queda esperar, esperar a que el paso del tiempo le fosilice y le convierta en ámbar.
Montserrat, la muntanya màgica.
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